PROHIBIDO OLVIDAR
Manolo Vanegas en búsqueda del triunfo
En cada tarde de toros.
La cíclica de la
renovación no nos llega. No llega y sin embargo es cierto que el año pasado, y
quizá el anterior, hemos visto una baraja de novilleros cuya capacidad delante
del toro se nos hace innegable.
Siguiendo una
lógica básica, nos deberíamos hacer esta pregunta: ¿por qué coincidimos en que
tenemos novilleros muy capaces para torear y sin embargo no logramos sacar un
matador de toros que tenga ese tirón y esa capacidad para subir a la primera
fila de las figuras?
Podrá haber reconocimiento y respeto al diestro
venezolano andino Manolo Vanegas, por su valor, tenacidad y honradez
profesional, pero el triunfo quien lo da o lo niega es el toro. De aquí la
importancia de recuperar la casta, la resistencia y la movilidad en el toro que
se está lidiando actualmente en el universo mundo del toreo.
Por algo el espectáculo taurino se llama la Fiesta de los Toros.
No hay vuelta de hoja; en la
corrida manda el toro. Y el torero podrá mostrar su voluntad, su entrega y sus
conocimientos sobre la lidia, pero como falte un toro encastado, bravo y capaz
de tragarse series de seis o siete muletazos por el lado izquierdo y por el
derecho, no hay triunfo.
Solo en Francia, en España y en todos los países donde tiene
implantación el rito taurino. Y uno de esos toros de triunfo le ha salido al venezolano,
Manolo Vanegas, con el hierro de Robert Margé, en el quinto lugar de esa
inolvidable e importantísima novillada en
Arles. novillo toro, noble,
pero sin clase que ha tenido la suerte de
encontrarse con un Manolo Vanegas, ambicioso y encelado, que lo vio claro desde
su salida y le dio fiesta con el capote, y siguió dándosela con la muleta, sin
reservas ni cicaterías, Vanegas, brindó
a sus apoderados, como siempre el novillero venezolano mostrando sus buenas
condiciones y facultades. Y como con la espada, a la que le
tiene cogido el aire, se echó como un tejón sobre el morrillo, colocando una
estocada tendida, interpretando con pureza y verdad la suerte de recibir,
vino para sus manos, dos oreja de mucho peso, nada
generosa, sino infinitamente justa, de esas que prestigian a un torero y
mantienen la seriedad de una plaza. El andino Manolito Vanegas, siempre estuvo
a la altura de las circunstancias, rosándose sobre sus cojones, sus dos
novillos toros con las manos muy bajas, de presencia, muy guapos, bueno fue ese
día al que le ha tocado esa tarde triunfal,
al diestro que representa el tricolor de nuestro pabellón nacional.
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