miércoles, 29 de marzo de 2017

La batalla insólita

Ron Zenón...
IMPULSANDO LA FIESTA BRAVA

Por Rodolfo “Positivo” 
Cronista Taurino del Diario VEA
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Ante la imposibilidad de hacerlo por otro sistema, lo cual me crea una impotencia que corroe mi alma, pido perdón desde aquí a todas aquellas persona a la que le falté el respeto con mis duras criticas en las pasadas reseñas, confiando en su discreción y comunicándole que estoy completamente arrepentido y si señor Jesucristo me da mucha vida y salud no volverá a ocurrir.

Sufro estrés, severo, confieso sin pudor ninguno y haciendo un ejercicio de sinceridad que me cuesta mucho trabajo realizar, que la cantidad de responsabilidades con las que me encuentro en este momento de mi vida me han vuelto a debilitar y mi estómago se ha cerrado y rechaza cualquier tipo de alimento sólido.Necesito descanso, pero ahora mismo no me puedo parar pues tengo la sensación de que si me paro yo se para el mundo. 

Fenómeno paranormal que venimos detectando por esos “drinks” taurinos  desde hace un tiempo: ahora resulta que el Capo Mayor, el Octavo Jinete Apocalíptico de Ricardo Ramírez, que viene de un nutrido grupito del toro, le echan la culpa precisamente la quiebra taurómaca al sistema Revolucionario Socialista del chavismo por no liberar los pagos en dólares que debe CENCOEX a los matadores de toros extranjeros que ya se han presentado en nuestro país en las ferias de San Cristóbal, Medirá y San José de Maracay... pero qué poca vergüenza… ¿ignorarán estos señores que el sistema son ellos o pensaran que somos tontos?


Pero sépanlo bien mis queridos aficionados que este peo gordo no acaba ahí,  la afición está poniendo el grito en el cielo ante la situación extrema que atraviesan todas las plaza de toros de nuestro país en cuanto al rigor perdido por completo del público -alarmante- esto a comenzado a surgir cabecillas de muchas denunciando la arbitrariedad a la hora de valorar lo que sucede en el ruedo, el amiguismo, el caprichito, el ver el festejo desde el prisma del compadreo. 

Olvidadizos individuos que denuncian lo que vienen sembrando desde hace una década más o menos, personajillos responsables como sabemos de otros aficionados repartidos por todos los tendidos, aficionados anónimos, no mediáticos, que han sido la causa principal de la fractura irreparable que en este momento sufren nuestros cosos taurómacos.

Taurinos y talibanes,  hagan el favor de mirar para adentro de ustedes mismos y asumir responsabilidades, que tenemos memoria (recopilada).

Una batalla librada a destiempo es siempre un misterio: ¿proviene de un error de cálculo o de una sofisticada maniobra maquiavélica? A los estrategas, también a los merideños, se les suponen luces suficientes para no cometer errores elementales. Y, sin embargo, la jota de picadillo que se ha montado en torno al futuro político taurino de la Feria Internacional del Sol en Mérida lo parece. ¿Lo es en realidad? ¿Estamos ante el fruto de un simple calentón o ante la malvada genialidad de prominentes cabezas de huevo? ¿Se trata nuevamente de una sobreactuación del Octavo Apocalíptico de Ricardo Ramírez para colocarle a esta importantísima Feria de Mérida la etiqueta de mal pagador que incumple lo que ofrece y firma? ¿Es una treta de un verdadero Anti Taurino para echar a los Ciudadanos el peor cartel que le salga de sus cojones? ¿Siempre anuncia una grieta de mayor calado en sus carteles taurómacos para enganchar a los aficionados taurinos llevándolos al engaño? ¿Siempre disparos con balas de fogueo? ¿Esto hay que tomárselo en serio o es una simple estupidez extemporánea?


De momento, una cosa está más clara que agua: mientras este organizador apocalíptico la siga cagando pierden más porque ya el público del planeta taurino no seguirá calándose sus mentiras. Por lo visto este octavo jinete apocalíptico se habrá quedado ya sin balas en el revólver y tendrá que enfundar la moción de censura con cara de bochorno después del petardo que aconteció en la pasada feria del Sol de Mérida 2017. 

La alternativa es quedarse con el culo al aire. Reconocer sus horrorosas cagadas que han cometido durante todas sus ferias taurinas.

Después de Mérida, ¿que vendrá en el próximo escenario taurino? La secuencia está clara. Los ciudadanos ya pueden decir que han cumplido su parte del trato con ir a la fracasada Feria del 2017 en Mérida. 

La pelota continúa todavía en el tejado de esta mala empresa taurina. Y, por lo que parece, el octavo jinete apocalíptico Ricardo Ramírez ahí se quiere seguir quedando durante un largo tiempo porque ha quedado medianamente claro que no tiene ninguna intención de salir de esa Feria Internacional de Mérida (y no precisamente porque su gestión haya sido un manojo de éxitos).

Lo previsible es que ahora vayamos de excusa en excusa hasta el desistimiento final y que el relato del divorcio con referente a estas ferias andinas se nutra de las peleas que sobrevengan de ese tira y afloja.

Nunca Merida tuvo un público tan ingenuo como el que tiene hoy, jamás, y menos cuando nos referimos a un público joven, luego revoltoso. 

Los jóvenes de la generación anterior, sin irnos más atrás hasta llegar a la de nuestros venerables abuelos, éramos hordas temerosas en las alturas del graderío y el pulmón de los aficionados que nos precedieron, ya más apagados nuestros mayores, jóvenes nosotros que estábamos acostumbrados a la redada callejera y a tres chuscazos en las costillas sin ton ni son, algún día se nos reconocerá de qué manera contribuimos a superar en nuestra plaza la pelotera de la Transición.

La plaza de toros Monumental de Mérida ha tocado fondo y la culpa la tiene la afición de los tendidos, lo del ruedo es consecuencia de tal, es hoy un territorio empobrecido hasta límites penosos que en nada recuerda al territorio levantisco que fue hasta hace poco, ni parecerse siquiera, bastión estas arenas de la calle de los andes, como se sabe, de la salvaguarda del Toreo. 

Los graderíos merideños se han convertido hoy en una corrala de marujos, un lugar de niñatos universitarios que no tienen ni puta idea de lo que significa un festejo taurino, que solo van a gozar una bola por tradición de intimidad de macho, esperando que se haga la hora de irse a los conciertos, usando las corridas como una especie de “predespacho”. 


Se ha convertido de la noche a la mañana en un lugar de provinciano espionaje -entre nosotros- hasta el punto que comienza a acudir el personal de incógnito doblando pasillos y renunciando a circular por su camino de siempre, yo como siempre ando tapado, no sea que te hagan una foto y salgas en las pantallas a todo trapo pillado, uno en renuncio o en cornamenta oculta aplicada en testuz cualquiera, que haberlas, háylas.

Un espacio muy difícil para la afición sana y completamente a su bola de la de toda la vida, libre, sin tener la terrorífica sensación de que estás siendo observado y a tiro de clik, la plaza en estos momentos es un espacio triste, de traidores, pandilleros hoy, a degüello mañana, un ridículo foro de lidercillos de la nada que no han visto el torero mundo por un agujero. Niñatos ególatras mirándose el ombligo, pintureretes mozos venteños sentando cátedra y el confusionismo por bandera, salvadores de luxe que se critican entre ellos hasta la marca del polo rosa con la vestimenta ajena como tema de debate y descalificación -foto va, foto viene- en una sobredosis de tuiteros enfermos que no levanta la vista de los móviles, y el ruedo para ti, y ayer uno de ellos no vio la corrida consultando frenético el teléfono y hoy hace crónica. 

Un círculo vicioso muy hortera donde prima el cotilleo barato, un espacio inaguantable para la gente corriente plagado de chismosos armados de tecnología hasta los dientes que llegan a meter miedo, aquí hoy por hoy hay más escritores y fotógrafos que espectadores, aquí ahora hay que tener mucho cuidado con lo que haces, con quién hablas, cómo te comportas, qué bebes, cómo te relacionas con los vecinos de localidad, si aplaudes o no, y alarmo: ahora sí que el abono merideño está cautivo, pero cautivo de sí mismo.

Tarde perdida, o ganada por los abolicionistas, pero tarde en la que ocurrieron dos cosas que a mi manera de ver son de decisiva importancia para intentar encauzar el destino de esta plaza si quizás no fuera demasiado tarde, dos novedades, dos lecciones que todos los interesados en el devenir de la historia en esta nuestra plaza de toros merideña, estamos obligados a memorizar cara al futuro.

1.- Corrida infame de Los Ramirez, propiedad del octavo jineta apocalistico, lidiada el dia lunes de carnaval para dos pegapases en estado puro, con un toro que se le fue a Orellana definitiva consagración, lo del Fino lo encuentro yo como metrosexual, passso, y un Luque que carece de la mínima percha para ser figura del toreo. Qué pezuñas de toros, qué vergüenza, ¿han estado estabulados los toros del Apocalistico por un casual?

2.- Un nutrido grupo de estudiantes que van a tomar curda, en un momento inesperado de repente se levantaron todos los de este tendidos de sombra como en una sublevación y arrastraron con ellos a toda la plaza para pedir indultos, orejas regalaos en fin todo un desnalgue loco, pero como ya el tema de la “indultitis” estaba en el ojo del huracán desde hace ferias atrás, sacaron el As que tenían bajo la manga: Dos faenas de rabo. Válgame Dios! 

Esto como siempre pasó en esta plaza de toros con este publico bufo, paso del tema dejando estos talibanes 'flipaos', y pasemos al inepto Presidente del Palco, al obedecer al respetable (o a su apocalíptico jefe) para que regale los apendices sin ningun argumento. Dejando la enérgica reacción de los sabios abonados de las bareras de sombra y sol muy arrechos y con muchas inquietudes y algunas certezas, en las que ahondaremos cuando cuadre.

Pero en los tendidos sucedia otra cosa, porque bajo el efecto del excesivo consumo alcohólico ese publico veía otra cosa que no calaba con la realidad de los hechos: Ligado con lo anterior, lo de la mariconería de las palmas de tango a coro, no vale para nada, y que nunca jamas valieron, sobre lo de los pañuelos, de ese tema se hizo un desuso, muy localizados asomaron, un grupo de chufletas pidieron las orejas, juntitos a otros que no saben para nada que es lo que esta pasando en el ruedo, excepto un pañolón enorme, solitario y perdido, en la barandilla de delantera al que por el descomunal tamaño que se observó, bien pudiera asegurarse que se trataba de la funda de una almohada amarga... de la dura almohada de los desvelos.

Pero como todo no es malo, el único punto rescatable es la excelente presentación de los ejemplares del debutante hierro de “San Antonio”, ganadería venezolana, a la que le afecta la crisis igual que a todas las que se encuentran en nuestro territorio y que desmontó el mito de que no se pueden presentar toros de verdad, por la llamada “situación país”.


El joven ganadero Edgar Bravo demostró que sus reses pueden exhibir su TRAPÍO con todas sus letras, sin que esto merme su bravura ni su movilidad. Enhorabuena para él y su incipiente dehesa.



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