RODOLFO “POSITIVO”
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El mundo taurófilo nunca será totalmente justo para algunos diestros que recientemente han tomando el doctorado de matador de toros, por ello los seres humanos solo podemos aspirar a que sea cada día menos injusto. Para lograrlo tenemos que priorizar las injusticias e ir eliminando progresivamente dándole más importancia a aquellas que afectan a los seres humanos como la falta de respecto por la vida humana, además de esto la falta de trabajo en lo profesional. Esto se palma en la relevante trayectoria de Manolo Vanegas.
Hay días en lo que no se deja llevar por la pasión, por el entorno, por las circunstancias o por toda la plaza entregada como una sola voz a un sentimiento extremo de emoción; y otras, en que por más que se fija, no acaba de encontrar el ritmo al asunto. Incluso, hasta puede que se llegue a simular esa locura, simplemente para no tener que estar enfrentado al mundo, que quizá sea lo más inteligente, lo que más parabienes y enhorabuenas cosecharía y palabras de elogios para largar el ego a cotas estratosféricas.
Pero si uno mismo no se siente a gusto con el hecho, apaga y vámonos. Y dicho esto, enseguida van a entender el porqué de esta introducción al relato de lo ocurrido en la Plaza de Toros de San Cristóbal en Pueblo Nuevo: ¡Vamos! A ellos y que Dios me coja confesado.
El cabreo de muchos taurinos con la empresa Hugo Domingo Molina es que él les dio en la madre a muchos leviatanes que desearon ver el inicio de esta importante feria cuesta abajo y punto.
Si la memoria no nos falla y detalladamente analizamos bien los astados que ha presentado el ganadero y ex novillero apartado Edgar Bravo de San Antonio el día sábado 27 en la encerrona de Jesús Enrique Colombo, se presenció unos ciervos con estampa de Bambi. Esto sucede porque estos novatos ganaderos se preocupan más en darse coba y de elogio ellos mismo de ser los fenómenos criadores de reses bravas. En vez de preocuparse en invertirlo verdaderamente en toros que tengan una presencia morfológica de buen trapío y de pitones que represente las ferias taurinas. Creo que esto tiene que cambiar urgentemente de parte de este presuntuoso Edgar Bravo criador de Bambis y no irse tan lejos con su ego ya que las reses que ha mandado a este festejo merecía tener mejor expectación en su presentación. Espero no entrar en conflicto con este novel ganadero por dar mi apreciación sobre sus ciervos.
Ahora bien. Volvieron los Toros de Rancho Grande a la Feria de San Cristóbal este año los seis toros que envió el ganadero de Hugo Alberto Molina con una preciosa estampa de toro corrido el pasado viernes 26 por los tres diestros que le correspondieron lidiar estos toros, por su parte, lograron lucirse con el capote y muleta. Que si fue un corridón, los que el ganadero mando para este festejo, pues si. Y creo que más de uno me mandaría al siquiátrico con la camisa de fuerza.
Bueno, ya finalizando esta parte de los criadores de toros de lidia en este espacio de la reseña me voy a quitar las tenazas de los genitales y espero que me cambie un poco el humor y si además aflojo las tuercas que haces que unos clavos me taladren las sienes, seguro que hasta me pongo de buenas.
Quiso el destino y su propia mano que Manolo Vanegas, con fama de llevarse los lotes buenos, ese día no tuviese un buen romance y como en una pelea de enamorados los suyos no quisieran ni cogerle el teléfono.
El pan de ese día en su primer toro fue Manolo Vanegas, Tentado por la opción fiable de abrir la Puerta del triunfo, el propio Vanegas se abrió de capa con suculento estilo frente a este primero que acude a los cites del diestro andino para darle la bienvenida con rodillas en tierra lanceándole con dos largas cambiadas, un toro se le veía con calidad divina, de los que embelesan por su clase y fortaleza el toro se permitió empujar siempre, pudimos ver a Manolo Vanegas lacearlo con el compas abierto a las verónicas llevándose el toro a los medios rematándole con una media verónica que le salió como arte de magia dejando pasmado una agitación, un tumulto, un lio, una montana, una cima, un orgasmo, un clímax, un fielato. En pocas palabras Manolo Vanegas dejo dicho EL TOREO SOY YO. Jamás se observó este primer toro durante sus embestidas descompuesto, todo lo contrario mostró ser bravo y con raza que ahí no acabó la historia, con el peto del caballo peleó fue un gran toro.
Muchos decían en los tendidos que Manolo Vanegas toreó sin ganas ¡Que Bolas¡ imagínese si viniera con ganas. A mi juicio en la corta faena de Manolo Vanegas devoró la tarde que acertó a dibujar, a pulsear, a enganchar con sutilidad. Bien tomada la distancia, ni dentro, ni fuera. Donde convino y donde era. Me gustó la manera como empezó la lidia sin obligar, ni someter, ya que es la mejor forma y la mas conveniente manera de cuajar una faena a este tipo de toro; pero fueron apenas cinco muletazos de esta guisa, porque, enseguida se echó la flámula a la zurda y comprobó que el de Hugo Alberto Molina podría ser un tacazo.
La determinación del diestro Vanegas quedó patente. La ovación fue cabal. Torero a seguir. Y cuando el público lo cogió con hambre, disfrutó mucho del primer bocado. Casi no dió tiempo a que el sabor impregnara el paladar, como ya lo dije el toro antes de venirse abajo transmitió bastante pero a base de estética y componiendo la figura, Manolo bordó el toreo al natural pegó naturales de cartel de toros, arrastrando la muleta por la arena, mientras el toro ponía un punto emocional. Poco a poco se estaba quedando sin gas en sus embestidas, por su incansable y violenta repetición del viaje.
Dejó al gentío que lo observaban desde los tendidos boquiabiertos y patidifusos, a los que llegaron a la plaza más que ver y a valorar, a poner retrancas a todo lo que oliera a un futuro figurón del toreo. Unos -la inmensa mayoría que son Colombistas- porque ni saben ni huelen, y se ven sorprendidos en su ingenuidad, y otros -la minoría- porque por idénticos motivos, estas cosas les desconciertan.
El caso esta que el toro de Hugo Alberto Molina y Manolo Vanegas se enmaridaron, se fundieron en una sinfonía torera que caló hondamente en una gran parte del público que no es Colombista, porque hubo pasajes ciertamente de gran magnificencia, con series de muletazos de inverosímil ceñimiento, especialmente con los cambios de mano, eternos, antológicos. Quiero aclarar que no soy Manolista ni Colombista: no soy de darle cobas a toreros que no van pal baile en esta difícil profesión, y en el caso de Jesús Enrique Colombo, su figura es un artículo de moda, como en la época del grupo Menudo, que después pasará al baúl de los recuerdos…
Sigo insistiendo que en estos tiempos de secularización Manolo Vanegas es religión para los suyos, que creyeron a pies abiertos en una muleta muerta, inerte, blanda, desmayada, intermitencias entre adornos, suficientes bocados, chiquitos pero intensos, de los que quitan el hambre. Manolo supo aprovecharlo, por el pitón izquierdo el toro planeó e iba al engaño humillando hasta el final… Con sinceridad eso fue lo que más me gustó del recién doctorado. No hubo postre, porque el público se había conformado con lo que había visto hasta ese momento de la tarde. Vanegas macheteó al de Rancho Grande con una estocada, no con dificultad pero que al final rodó. El público fuertemente reclamó al juez de plaza las dos orejas, la cual este tardó mucho en conceder, sólo le otorgó una oreja; pienso que el juez no supo valorar con exactitud lo que hizo Manolo Vanegas y mientras esto pasaba el concurrente pedía las dos orejas que se ganó a ley.
Ya en el segundo toro las cosas cambian. Y les diré el porqué. Para que lo sepan más de media entrada fue lo pudimos presenciar en la primera corrida de feria. No se terminó de llenar la plaza, pese al gran ambiente que había despertado este espectáculo para ver a Manolo Vanegas. Quizás, el público de toda la Región Andina no terminó de romper para volcarse de la manera que el cartel merecía, porque lo que es cierto, es que de afuera fue mucha gente, gente que profesa la religión del 'Manolista', es decir, fieles a Manolo Vanegas.
Y tanto los seguidores de este torero como el resto de espectadores, tuvieron la oportunidad de cumplir el sueño, porque Manolo Vanegas toreó y... ¡de qué manera! Una faena exquisita, para públicos exquisitos, conocedores. Y, curiosamente, gustó en esta Plaza de Toros de Pueblo Nuevo. Y créalo que toda la plaza, entiende. En el segundo toro que le correspondió despachar, el diestro Manolo comenzó la faena con siete verónicas por doblones llevándose al toro para los medios, rematándolo con una revolera con muchísima clase, con muchísimo arte que gustaron muchísimo. Nuevamente volvió a entender Manolo Vanegas al toro. Todo fue mucho en Manolo Vanegas. Mucha entrega, mucho arte, mucha torería, mucho garbo. Que inspiración y torería, cuando el diestro andino torea con sutileza y pellizco con el capote y muleta. Pocas veces se había visto en esta plaza a la gente puesta en pie rompiéndose las manos aplaudiendo y dejándose roncas la gargantas de tanto jalear la obra de este torero.
Las cosas de la magia de la vida, que siempre pueden venir de la mano del toreo de un tipo como el de Manolo Vanegas, fiel a las hadas que le inspiran y a las musas que le nacieron. Y de ahí para adelante, enseñar que el toreo puede y quizá ya haya encontrado el camino de la emoción del arte. La emoción intensa y tensa del arte del toreo. Con ese toro y con esa forma de poner de acuerdo a todas las religiones del toreo que ya peregrinan desde Manolo Vanegas.
La hipnosis del toreo de Manolo Vanegas fue más emocionante y preciosa esa tarde porque la faena protagonizada por un grandioso matador venezolano en estado de gracia plena, transformado en un virtuoso del dominio de los terrenos y las distancias, de la profundidad y del aroma, del toreo verdadero, grande y profundo. Lo que se le pudo ver a Manolo en esta corta faena es digno de admiración. Vanegas demostró que ha pesar de que su segundo toro se prestó al final para dar un juego aceptable como sus hermanos demostró a la gran afición venezolana lo buen profesional que es como matador de toros.
Ya no es el Manolo Vanegas de antes que parece despreciar la vida cada tarde, y sobrecoge y estremece con un valor temerario y escalofriante; ya no es el hombre que parece atropellar la razón como cuando le vimos en sus inicios en esta difícil carrera, ni un loco, ni un tremendista que desparrama angustia.
Manolo Vanegas cada vez más ha ganado madurez, en concepción artística, en oficio, en gracia y en sabor torero. Su toreo ha pasado del estremecimiento al embelesamiento. Adiós al dramatismo y al morbo; bienvenido sea el arte puro. Con estas credenciales recibió como ya lo reseñé a su toro a la verónica, a cámara lenta, armoniosamente... Brindó a los tendidos. Plantó bien clavadas las zapatillas en la arena y los extraordinarios muletazos ceñidos convirtieron la plaza en una olla a presión. Con pasmosa serenidad, a placer, como quien torea de salón, ligó varias tandas de derechazos excelsos, casi enlazados en circulares, con el toro embebido en la muleta.
El animal a medida que Vanegas ejecutaba cada pase, sus embestidas se decrecía mas de ser un toro codicioso, encastado y nobilísimo, de largo y continuo recorrido, desmejorando en cada uno de los compases de la faena. Aunque parezca mentira cada vez el animal tomaba menos motor cuando éste tomó la derecha. Llegó a desbordar unos buenos muletazos templados y largos en las primeras tandas Manolo cuando volvió a tomar la muleta por la mano zurda para la lograr sacarle otras tanda el toro se vino abajo otra vez claro que el torero citaba con la panza de la muleta tomando por la mitad el estaquillador en toda su faena, cruzándose y metiéndose en los medio del testuz del toro. Lamentablemente los naturales perdieron hondura. Surgió, entonces, el maestro y cautivó a la concurrencia con ayudados, molinetes engarzados con pases del desprecio y de pecho. Fue, en verdad una faena corta pero grandiosa en su ejecución, arrebatadora lleno de encantos.
Aunque la gran estocada que despenó al de Rancho Grande no impidió que internamente el toro se amorcillara y se eternizará en doblar las manos para caer el presidente hizo sonar un aviso. Aún así el público pedía con fuerza la oreja la cual el juez de plaza se lo pensó y no la concedió ¡Daba igual! Restaba poca importancia si se la concedieran. Estoy absolutamente convencido, es lo de menos.
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