domingo, 12 de octubre de 2014

Aquello que sentimos en apenas dos horas y media...


    Somos espacio y tiempo. El tiempo es para que nos sucedan las cosas. El espacio, para que no sucedan todas de golpe. En este espacio de apenas media feria, se nos agolpan tantas cosas y tan buenas que poner orden narrativo es ordenar el caos de la importancia.
De la emoción. Y en apenas dos horas, espacio más reducido aún, se nos antoja chica una crónica para colocar aquello que sucedió en una tarde emocionante, fuerte, dura, bella. importante, impecable y exigente por parte de las reses de los Marañones y dos de El Rocío que fueron opacados por la ganadería más antigua de la tarde.


   César Altuve de manera dramática fue lesionado a la hora de entrar a matar e intervenido a la clínica de urgencia por la brutal y fea voltereta. Desafortunadamente César Altuve se perdió de cortar dos orejas a su único toro que le correspondió  Ahora bien en ese espacio que fueron dos horas y media puras de emoción pura, hablemos del tiempo. Canalla a veces. César Altuve. Ojalá existiese el milagro de recolocarlo allí donde se ubica mejor este paso de plenitud juvenil por Bailadores. A veces me digo que cabrón el tiempo, a veces. Pero la memoria y éste presente hacen milagros con los calendarios.

   El peso de las orejas, esas que se pasean y que abren la puerta del triunfo bien sea en una plaza de primera categoría o portátil de una plaza. Una estupidez. Otra de esas que pienso y que alguien leerá como mi estupidez diaria y que será pasto de las llamas en los coloquio de las tertulias taurinas. No sé si me da igual. Estando muy ocupado, voy por libre. Digo estupidez porque esta tarde de recuerdo memorable, César Altuve que ya lo he dicho al inicio de esta reseña podía haber cortado dos orejas. hizo una extraordinaria faena desde el inicio hasta el momento de su percance. ¡Pedazo de tarde!, ¡qué faena tan cumbre de gran  peso la de este novillero aragüeño, César Altuve!.

   La faena de capa de César Altuve fue sacando desde lo mas profundo de su alma, lances con las manos muy abajo llevándolo muy templado y despacito hacia los medios para finalizar con una media con sabor de buen torero con el sello de César Altuve, lances que enloquecieron a la concurrencia. César Altuve paró el tiempo. Sumidos en un letargo, un bello sueño el cual el público disfrutó a corazón partido de la naturalidad y la pureza de quien susurra el secreto del temple.


   Comenzó la faena de muleta de perfecta presentación, siempre a más, siempre con mañas estéticas y armonía, las pausas justas, el toreo al natural de cuerpo anclado, vuelos sueltos, giros del cuerpo, cambios de mano y un toreo por abajo, final de órdago. Y eso que parecía imposible, pero el diestro aragüeño lo hizo. Prosiguió con series con la derecha, adaptándose a la embestida a ralenti del toro, que solo hizo acrecentar la leyenda del toreo y valor de César Altuve. Era en ese tercer muletazo cuando el toro se dormía y César Altuve lo acariciaba con la muleta haciendo gala de la canción que sonaba, ‘Despacito’. 


   Fue un mimo, una sutileza, una labor de tacto, sensibilidad y sentimiento metido en un suspiro de letanía. La entrega al animal fue visible en los naturales que acompañó con el cuerpo. Hubo un cambio de mano que permanece, todavía lo está ejecutando. Tras ir a por la espada, silenció la banda de música que amenizaba la extraordinaria faena de César Altuve.

   La voltereta a César Altuve al final de una faena templada, valiente, buena y asentada, a un novillo toro muy en el tipo: fino y de claro pitón derecho, aunque con mas pujanza que los otros hermanos del mismo hierro. César Altuve tras entrar a ejecutar la última suerte, la suprema de la tarde, el novillo fue en búsqueda de la humanidad del diestro y en un segundo en la cara del novillo se lo llevó arriba ocasionándole una aparatosa voltereta. Así es el toreo. 

   El novillo toro, camino de otorgarle un triunfo seguro a César Altuve para cortarle las dos orejas, esta vez se salió con la suya. Cosas de la vida y el destino. Tan chico el espacio que se nos amontonan las emociones en estas estúpidas crónicas que apenas pueden reflejar aquello que sentimos en apenas dos horas y media.


   Hasta el momento una de las faena más completa, de mayor embrujo, que haya visto de los novilleros activos de éstos tiempos, en mi óptica, es la de César Altuve. Creo que César Altuve debe ser considerado por los empresarios y organizadores taurinos para concederle el doctorado como Matador de Toros. "¡Ojo pelao' con este novillero de Aragua!"



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