viernes, 12 de diciembre de 2014

Larga, aburrida y llena de fracasos la presentación de Manolo Zapata

 
   A
l inicio de la primera nota del Maestro Morenito de Maracay reseñé que después de unos días de descanso por el atoramiento y el desastre de gran petardo gordo, con mayúscula, de Manolo Zapata en su ultima comparecencia en Maracay, vuelvo con animo y fuerza a seguir la ruta y sobre todo hablando claro y desinteresadamente.

     Muchos aficionados seguimos sin entender como se le pudo conceder a este diestro valenciano el doctorado de Matador de toros. Que gran equivocación.

     Hay días en los que uno se deja llevar por la emoción y pasiones, por el entorno, por las circunstancias o por toda la plaza entregada como una sola voz a un sentimiento extremo de emoción; y otras, en que por más que se fija, no acaba de encontrar el intríngulis al asunto. Incluso, hasta puede que se llegue a simular esa locura; simplemente para no tener que estar enfrentando al mundo, que quizás sea lo mas inteligente, lo que para viene y enhorabuenas cosecharía y palabra de elogio para largar el ego a cotas estratosféricas.

     Si el valenciano Manolo Zapata no estaba bien de novillero, de matador de toros ya no llega ni para repesca. Un torero con trallazos, sin mandar, dejando al toro a su aire. Con sinceridad en las presentaciones que le he visto no ha tenido ningún detalle que haya justificado su presentación en este cartel de este festejo. Claro esta que la razón es porque este torero tubo que pagar su novillo para estar incluido en el cartel. Así de claro está de la situación este diestro valenciano. En todas sus presentaciones ha sido incapaz de levantar ni siquiera un murmullo de esperanza, que algo grande podía ocurrir en algunas de sus faenas.

     Muy pesado y además de esto sin repertorio, jamás se le vio el detalle de lograr dar un buen muletazo por el lado bueno del novillo que era por el pitón izquierdo ya que por el derecho nada que ver, tenía mucho peligro. Mucho capotazos sin razón y en el momento en que su animalejo le exigía lo mas mínimo o le apretaba en  algún caso, a lo mas que llegaba era perder la muleta y echar a correr de allí. Si estuviéramos en el colegio, quizás habría que mandar a don Manolo Zapata a que repitiera el curso de matador de toros.  
  
 

     Lo más arrecho y cómico es que Manolo Zapata anduvo como un sonámbulo por el ruedo sin mandar en el novillo, sin conocimiento de los terrenos, sufriendo derrotes frecuentes de principiante y dando un saínate a la hora de matar. En el momento que logró dar una sola tanda de muletazo lo hizo tirando líneas hacia a fuera, sin templar y ahogando las embestidas dejando una mercancía vergonzosa entre muleta y torete, comunicándose con los tendidos mediante gestos, gritos y aspavientos. 

     Desde el primer instante este chaval irradiaba fracaso y modosidad. Esa es la actitud que dejó en el ruedo Manolo Zapata: no tiene ni siquiera la remota idea cómo es torear de salón además no sabe tomar el trasto. Manolo Zapata nunca ha aprendido a torear, ni toreará porque siempre anda viviendo de alarde de supremacía, no tiene afición ni disciplina en su carrera, que es una de las metas fundamentales de esta difícil profesión y lo grave es que él se cree que sabe torear, pero lo tienen muy confundido y engañado. Se deja llevar a la deriva en seguir pagando toros para seguir sumando corridas sin ningún valor para el aficionado, podrá llenarse las arcas de ellos y sus apoderado le seguirá dando coba, llenándole la mente de cuentos infantiles que es la figura del momento, pero entre el aficionado cabal y romántico no dejara ningún recuerdo. 

     En los tendidos de la maestranza Cesar Girón de Maracay solo se escuchaba fuera!, fuera!, fuera!. 

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