Erick Cortez, El innovador.
Erick Cortez y su
original forma de generar espectáculo en el ruedo puede ser un revulsivo contra
la pandemia de monotonía que padece la fiesta de los toros; una fórmula
catártica y paliativa contra faenas uniformadas de repertorio, realizadas con
una estética de idéntico trazado y muy similar recorrido.
Su último triunfo en
la Feria de Maracay y la más reciente en Tariba
antes de finalizar el año vuelven a poner en candelero a este torero.
Ahora solo falta que se revitalice la presencia de ganaderías del toro bravo y de
sus encastes marginados y que el toque de rebato del diestro enganche una vez
más en las nuevas presentaciones con las generaciones de jóvenes. En esto,
mucho tiene que ver el tratamiento que se le dé a estos “sucesos” en los medios
de comunicación.
En este momento, me gustaría conocer la hoja de ruta taurina de este diestro nativo de Caracas Erick Cortez, uno de los toreros que más y mejor han confortado mi retina dentro del toreo nacional, a pesar de no estar adornado con esa genealogía, a veces caprichosa, que etiqueta a quienes son considerados “figuras” del toreo. Me gustaría –perdóname, torero– que no fuera muy copiosa en fechas contratadas, porque este fin de temporada –y de carrera—pinta bien para Erick. Muy bien. Ayer, en su pueblo, el desiderátum.
En este momento, me gustaría conocer la hoja de ruta taurina de este diestro nativo de Caracas Erick Cortez, uno de los toreros que más y mejor han confortado mi retina dentro del toreo nacional, a pesar de no estar adornado con esa genealogía, a veces caprichosa, que etiqueta a quienes son considerados “figuras” del toreo. Me gustaría –perdóname, torero– que no fuera muy copiosa en fechas contratadas, porque este fin de temporada –y de carrera—pinta bien para Erick. Muy bien. Ayer, en su pueblo, el desiderátum.
Porque Erick
suena a fundición, a dar forma en un molde a metales supracalentados;
y, sin embargo, éste Diestro no le ha echado cuentas a derretimientos.
Él mismo es puro arrabio y acero del mejor temple. Por eso me
rebelo ante la perspectiva de que se le guarde en un lugar oscuro, poco
relevante, en las páginas de la historia de nuestra reciente tauromaquia.
Erick ha sido uno de
los toreros más completos de las últimas décadas, aunque muchas tardes se haya
visto obligado a utilizar esgrima defensiva para zafarse de las zunas que
empleaban los cornúpetos que tenía enfrente y pocas las que le han permitido
explayarse en la interpretación de su concepto del toreo, esencialmente
artístico, por más señas.
Recuerdo que la
última vez que le observe lo
bordó. Fue en la capital aragüeña, en su pueblo, de acuerdo; pero estoy
seguro de que ni el arte ni las emociones entienden de cuestiones
geográficas o demográficas, y de que esa noche, después de la corrida,
no cambiaría las sensaciones vividas por nada ni por nadie.
Cuando Erick Cortez
se vaya de esto, se fundirán un poco los plomos de esa corriente circulante por
un doble hilo conductor, albergador del sentimiento artístico y el valor
consciente. Los cables que sostienen y afianzan a los toreros de una pieza.
El encanto del Nuevo Circo de Caracas
RODOLFO “POSITIVO”
Cuando miles de abonados dejan la localidad que tantos años ocuparon y que,
en muchos casos habían ocupado familiares con los que se habían “formado” en lo
taurino, se crea un vacío por rellenar.
Nos hemos preocupado de la crisis en una sola dirección. En la reducción del mercado y su impacto en las ganaderías y en los escalafones. Menos festejos, menos demanda de toros, más toreros sin torear, temporadas de figuras a menos de la mitad de lo que nos acostumbraban. Pero la crisis ha tenido una sutileza de cambio que ha trastocado, y, a veces trastornado, la personalidad de plazas de toros. De importantes plazas de toros. Por ejemplo, la del Nuevo Circo de Caracas. Recuerde que a pesar de que está cerrada no debemos olvidar que siempre acudíamos a un recinto taurómaco de personalidad, además de esto de gran calibrada.
Durante la llamada prefería,
había un público más local, más de la zona, muy metido en el toro, calibrador,
menos entusiasta y más sabio, con la sensibilidad cabal, muy justo, paladeador
de toro y toreros en sus extremos. Un público de igualdad de criterio en la
plaza y en la inmediata en la post corrida de la Puerta del triunfo, en donde
se desgranaba a pie de urna lo que había sucedido minutos antes. No se
despellejaba a nadie, sino que se matizaba frondosos pitos y a veces el
silencio con el que se había sentenciado adentro. Era, para mí, el mejor
público y la mejor afición que yo haya conocido jamás.
Luego estaba el público de feria
o farolillos, con miles de personas de fuera, pero muy partidario del “allí
donde fueres haz lo que vieres” y, sobre todo, muy conducido por el abonado de prefería.
Así era hasta el viernes y
sábado, donde el tipo de cartel animaba a otros públicos y el de todos los días
se animaba a no ir en muchos casos. El domingo, con la de ganado que más exigía
a los diestros, solían volver y era el día de tradición, el día del guión
sabido, el del toro sabido pero aceptado.
Ese público matizaba el toro.
Siempre había cualquier aficionado que cerraba los ojos, pensaba que en esta
Plaza de toros del Nuevo Circo y dibujaba mentalmente un toro sobre los 500
kilos, bajo de agujas, corto de manos, bien comido, de buenos perfiles,
armónico, estrecho de sienes y enseñando las palas por delante. Un tipo sabido
que hoy no se sabe pues da igual el toro de pitón recto que el abierto de cara
que el alto. Se medía más al toro feo que al toro chico, con un criterio de
buen gusto que ninguna otra plaza tenía.
Esta feria, a la que acudió más
público, hubo gentes apegadas a los tópicos de “lo que es Caracas” (que
traducen en ir bien vestidos y en pareja), otras desconocedoras de casi todo,
gentes muy nuevas a la espera de seguir las iniciativas de quienes primero se
expresan, otras excesivamente nuevas para dar fuste o peso… y gente joven.
Nueva en los toros por joven. Porque, no olvidemos, los públicos han de vivir
en continuo relevo generacional. Todo ello ha resultado la voltereta de la
personalidad del Nuevo Circo de Caracas. Puede que también de otras plazas.
Hay un público, nada
despreciable, sólo describo, que no se esfuerza por saber sino por estar, que
no se aplica a disfrutar sino a seguir, que cree que Caracas es cuestión de
irse a ver en lugar de ir a ver, sobre todo esto último. Y eso se ha notado en
una feria en donde brindis que antes jamás se habría producido por decoro, se
ovacionaron como esenciales o sentimentales, donde sólo había sensiblería. Esta
es la palabra técnica: sensiblería.
Porque la sensibilidad es
sentimiento mayor, que nace de saber, de la mente que está en contacto con el
corazón. Un silencio del Nuevo Circo de Caracas antes era meditado, nada
azaroso. Educado. Era el sustituto de una regañina o de un desencuentro o de
incluso una censura. Me imagino que hoy día el silencio de Caracas es un clon
impostado que nace de esa leyenda por la cual, en esta plaza, habría que ir muy
bien vestido y estar en silencio como dos claves para ser admitido. Y la ropa
es una cuestión de buen gusto y el silencio suele ser para los corderos.
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