domingo, 19 de marzo de 2023

"El Gitano Andino" Antonio Suárez, lo más artístico de la FISS 2023


“EN CADA LANCE DEL TORERO VA LA VIDA,

PERO TAMBIEN VA LA GLORIA”

Rodolfo G “Positivo”

0424-283-13-96.

     “Muchos aficionados taurinos dirán que este escribidor es un caso raro”. Normalmente, un servidor de ustedes, suele escribir las crónicas, reseñas, críticas, o como quieran llamarle, la misma noche en que se celebran los festejos taurómacos. Esta vez y por circunstancias que no vienen al caso, no he podido hacerlo. Y aunque no lo crean prefiero que sea así, este hecho me ha dado la posibilidad de leer diferentes crónicas de estos festejos en distintos medios de comunicación de la región andina y central, pero lo arrecho de todo este cuento es que ninguno de ellos centren comentarios resaltando a los toros de las distintas ganaderías que se presentaron en dichas ferias como verdaderos protagonistas, solo llegaron a resaltar una mínimas líneas del triunfo de la verdadera heroína que salvó estas dos grandes e importantes ferias, Carmen Rosa Campolargo de la ganadería Campolargo. 

     Esta mujer romántica de la cabaña brava de Campolargo, lanzó en esos dos escenarios taurinos, unas preciosas corridas de toros, aunque muchos digan lo contrario. Animales poderosos, imponentes en hechuras y presencia, toreables en su comportamiento, fuertes como colosos, impecables en trapío, sin adjetivos añadidos a la casta, capaces con su solemnidad de inflar los corazones más deshidratados, incluso en el debate entre el furor de lanzarse a sobre los petos, la resistencia al sometimiento de las varas, los toros pelearon sin dudas, sin dejar deserción. Como les venía diciendo para estos cronistas taurinos ¿Esta fiesta es sólo de toreros, como el caso de Colombito que se manifiesta con bastantes billetes verdes para que le den buenas cobas? Se ve que, para casi toda la prensa, así esto y punto en boca. Digo esto bajo mi modesto punto de vista. 

     Los taurinos de clavel que en una ocasión poblaban los tendidos que por fortuna del destino lograron ver el buen torear del “Gitano Andino” tenían al menos algunas claves para visitar las gradas de la Monumental plaza de toros Hugo Domingo Molina, solo para descifrar la esencia del espectáculo con la actuación de la gran faena del diestro “El Gitano Andino” Antonio Suarez. Ahora los que venía arrastrando aquellos buenos organizadores como lo fue Hugo Domingo Molina Padre, para nada lo tienen estos organizadores de la empresa taurina Fiesta Brava. No tienen ni la mínima puta idea de lo que es este peo de organizar corridas de toros. Concitados en un escenario -mediante espectros internautas- ya no llevan códigos reventones en las solapas sino que lucen con desahogo una vanidad, una ignorancia y un dirigismo muy a tono con los estos tiempos tan individualistas de hoy en día, arrollando de paso a la fiesta a la cual se creen que tienen la obligación conceptual de exaltar. Y han consumado las desgracias. No por propio amor a la misma, por supuesto, sino por amor propio a la notoriedad, aunque sea postiza.

     Del concurrente que asistió a los tendidos del coso taurino Hugo Domingo Molina, mucho que saben saborear el buen toreo, sabían quienes se merecían las orejas, y como todo en este mundo, otros no sabían nada de nada. Ni pedir orejas. Algunos de los toros de Rancho Grande y Los Aranguez, en realidad ninguno, tenían el atributo que pudiéramos definir como lo que es un toro bravo. Eran totalmente impresentables de trapío y de fuerzas, mansos, descastados, inenarrable, feos hasta rabiar, tan flojos que daban penita y muchas ganas de mandarlos directo al matadero, imposibles de realizar un espectáculo taurino con sentido común y posibilidad reglamentaria. Yo, particularmente, le llamaría borricos. Pillé con mucha fijeza todos los movimientos del diestro Rafael Orellana, no tuvo nada de firmeza fue una total decepción, jamás encontró su sitio en ningún momento a lo largo de la tarde, ni en su primero, ni mucho menos en su segundo que se echó como sobrero, que eran para armarle un gran lío, si se le hacían las cosas correctamente. Fue para mi apreciación el toro más potable del encierro desde que el toro salió de los chiqueros y metió el hocico, humillando de largo en el capote, el toro siempre estuvo por encima del torero, y aun así, Orellana no hizo absolutamente nada, estaba totalmente perdido. Creo que un matador no puede -ni debe- venir así a estas ferias de primera categoría. Todos los aficionados taurinos que asistieron a esas ferias pudieron observar a Rafael Orellana muy verde, peor no se puede torear como lo hizo en San Cristóbal y posteriormente en su comparecencia en Mérida, pudiera decir que este mal torero, quizás su presencia física estaba en la plaza pero su mente estaba en preparativos para los futuros festejos de plazas portátiles de los pueblos de Perú, con pases por alto, desarmes, mala colocación con tan poca decisión y sin encontrar nunca el sitio, como lo vine reseñando, más de lo mismo o quizás peor, mejor dejarlo para esas ferias de tercera, que tal vez cuaje más con esos toros moruchos y ese público. Lo de “El Pino” y Colombito fue de principiantes, jamás fueron por una faena protagonizada con contundencia, que demostrara la verdad del toreo, que se les viera pureza, al parecer como que no tenían ni idea de lo que debían hacer delante de la cara del toro. Ignoraban por completo que eran matadores de toros. Estos tres diestros mostraron durante su presentación sus contradicciones pues donde debían poner exposición, añade carencias para cambiar de terrenos; donde debían convencer con dominio, se pierde en trasteos que desesperan; y donde tenían que resolver con destreza de gran profesional, huían de la suerte tanto como de sus temores.

     De lo que no me arrepintiendo es haber disfrutado de la gran faena del “Gitano Andino” Antonio Suarez, realizó dos faenas muy importantes en sus dos toros de turno. ¡Qué hermoso es el toreo de capa y muleta cuando un torero se siente inspirado! ¡Qué inmenso cuando lo expone con la máxima plenitud “El Gitano Andino”! ¡Qué manera ofrecer dimensión cuando está olvidado! Ver una profundidad que arrebata la belleza en la profundidad del alma. Así se mostró -el inspirado toda la tarde- “El Gitano Andino” Antonio Suarez, muy entregado, más voluntarioso que nunca, creador de una perfección ya lejana en la que él es el único exponente de garantía total.  


     “El Gitano Andino”  ha firmado en la primera corrida de feria de San Cristóbal una faena para el recuerdo, una lección magistral, sublime, desbordante de armonía y belleza, propia de un catedrático del toreo, como si observáramos una gran figura consagrada, aunque no lo reconozca así, su agenda vacía, muchos mala leche. Ojo y no lo digo por guasa.

     En la primera tarde de feria en este coso andino el toreo del “Gitano Andino” ha sido excepcional y meritísima de principio a fin, y su labor ante el primer toro, del hierro de Hugo Domingo Molina, de calidad suprema en el tercio final, ya está catalogada como una de las faenas del año. La Puerta Grande lo esperaba abierta de par en par, con todo merecimiento, pero al artista exquisito se le nubló la vista en la suerte suprema, y el sentimiento de profunda decepción de toda la plaza se escuchó en todo el alrededor de la plaza de toros del recordado Hugo Domingo Molina cuando pinchó arriba pero sin soltar el estoque buscado la manera de no perder las orejas pero en su segundo intento comenzaba a esfumarse lo que estaba llamado a ser un triunfo de época.

     “El Gitano Andino” Antonio Suárez, perteneciente a la estirpe de toreros modestos, poco valorados en las ferias y olvidado por las empresas, la de ese día era su cuarta corrida esta plaza, embelesó en este primer toro a la Gran Monumental Hugo Domingo Molina, la cautivó y la entusiasmó con un toreo eterno, clásico, de profunda hondura, artista… el toreo auténtico.

     A continuación, en su segundo toro, en este plato fuerte, el toreo al natural, grande, grande, templadísimo, adelantado el engaño, toreado el toro en el largo recorrido, encelado en la muleta… Y los naturales surgieron emotivos, hermosos, magníficamente abrochados con una trincherilla, un pase del desprecio y el obligado y largo de pecho. Y así, dos tandas para el recreo absoluto de los sentidos. Épico, heroico y solvente se mostró “El Gitano Andino” con el áspero y bronco segundo, que lo miraba de mala manera en cada cite, y al que el torero jamás le perdió el sitio. Fue la suya una lección de madurez, de confianza en sí mismo y conocimiento. Se jugó los muslos ante un animal de muy feo estilo, y así se lo reconoció el público asistente. Para finalizar dejó dos series de derechazos aseados, pero como ya les dije me gustaron mucho los muletazos sueltos por la izquierda, donde llegó a dejar esa huella muy patentada. Pecó posteriormente de exceso de faena, con la espada, poco a poco, llorosa en esa tierra andina, se cerró nueva mente el triunfo para cortarle las oreja y asegurar la Puerta Grande, puerta que esperaba al torero pero lo traicionó nuevamente su muñeca a la hora de matar. Mató fatal. Petición de oreja no atendida por el palco en una buena decisión que le sirvió para dar una vuelta al ruedo, en gran parte debida a la insistencia de su cuadrilla. 

     Pero pasó lo que pasó y volvió a demostrarse que nadie es perfecto cuando es la perfección la que llama a la puerta Antonio Suárez.  Pienso que el destino de muchos matadores de toros a veces es muy cruel, duro y difícil, pero nadie puede oponerse a la voluntad de nuestro Padre Celestial. “El Gitano Andino” Antonio Suárez, una vez más, dejó en claro que le adornan méritos suficientes para ocupar un lugar más destacado en el escalafón. Tiene misterio en sus muñecas, buen gusto y sentido artístico, además de un valor seco que en ocasiones asusta.

  


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