viernes, 1 de septiembre de 2023

“El Gitano Andino” Antonio Suarez bajo la lluvia ha firmado en Táriba una faena para el recuerdo

“EN CADA LANCE DEL TORERO VA LA VIDA,

PERO TAMBIEN VA LA GLORIA.”

LAS CORRIDAS DE TOROS

ES

NUESTRA FIESTA Y CULTURA

ES PARTE DE NUESTRO COMPROMISO

DEFENDÁMOLAS


Rodolfo Grillet 
“Positivo”

0424-283-13-96

     Culminó la Feria Táriba como cabía esperar. Y cabía esperar que este tuviera que ser a todo lujo en la bella provincia de Táriba, los organizadores taurinos de Bella Vista Taurina en manos del Dr. Amenodoro Suarez, “El Gitano Andino” Antonio Suárez y el aficionado práctico Dr. Miguel A. Suárez está mostrando no tener rival de parte de sus adversarios empresarios como el caso de Tovar, Mérida y San Cristóbal.

     Tuvo lugar en la bonita plaza de toros de Táriba que permanece inmarcesible. Los visitantes de varios estados del territorio nacional aficionados taurinos visten sus mejores galas, donde en la batalla de tres diestros de Venezuela, Colombia y España cedieron en triunfar en esa plaza de toros. Gracias a Dios y por el bien de la fiesta, justo en estos difíciles y desenfrenados momentos el cual nuestra cultura taurina se ve afectadas por algunos entes jodedores del gobierno están colocando trabas con los anti taurinos. 

     Se precisan muchas cosas en este oficio tan caro del toreo, pero sobre todo hace falta naturalidad. Para alguien no experimentado en materia taurómaca como el caso del “Gitano Andino” y su hermano aficionado práctico Miguel Suárez, este concepto podría equivaler a sencillez, quizá claridad, quizá sosiego. Sin embargo, en las normas de esto tan singular que constituye la tauromaquia, la noción de naturalidad lo es todo, ya que por encima no puede darse ni más arte ni más técnica; en altura equivaldría a la sabiduría, al conocimiento, a la intuición, cuando el cuerpo y la mente superan el miedo para dar rienda suelta y elevada al instinto, el movimiento y la plenitud. No se llenó la plaza de muchísimos invitados en el primer festejo por las fuertes lluvias que al final terminó en suspenderse cuando se despachó el tercer toro por el aguacero que cayó en gran parte del estado Táchira. 

     Muchos fueron alegres de apoyar la Fiesta, aunque muchos adquiriendo sus abonos con tiempo, otros de gratis, pero también hay que incluir que en estos asientos lo ocupan algunos chulos que viven del cuento de esto, son estos tíos que andan como putas de bares a ver que clientes pillan envolviéndolo en sus redes de telarañas para darles coba a algunos empresarios taurinos, ganaderos y matadores de toros para sacar algún provecho beneficioso económico. Son de esa gente que andaban guapa y que hoy día ya no se le observan ni siquiera las buenas pintas con un pañuelo entre el cuello, golfos que no tienen claro si en su tendencia con un ron barato podría molestar a cualquier aficionado exigiendo que le brinde un escocés, pero lo peor de estos caraduras que lo toman de las sobrantes de cualquier vaso de esos que quedan por la mitad en las mesas de las tascas que frecuentan, como la reconocida MIURA. Desafortunadamente me llegué a topar en esos chavales en estos días de corridas que se hacen ver como si fueran amigos, son unos personajes presuntuosos de ínfulas toreras, tan pesados e ignorantes. 

     “El Gitano Andino” Antonio Suárez tenía los protagonistas a su disposición para urdir una trama de principio a fin, en plácido ambiente, en exaltación protagonista como un afamado torero entregado a las mieles de la notoriedad, acomodado en el gran destino y ahora emocionado porque sus conocidos incluyéndome a mí le obsequian como a un coloso taurómaco.

     La ganadería envió una corrida de toros muy desigual, no pasada de kilos el toro de mayor peso según la báscula en mi apreciación no  daba el peso que mostro el torilero antes de salir el toro al ruedo,  el más pesado tendrá 410 a 430, alguno con seriedad con presencia de en sus defensas pero pronto se descubrió que allí no había más que fachada, otros daban vergüenza por ser pequeños con rostro muy avacados con pitones como unos plátanos y de paso astillados. La mayoría hicieron una buena pelea en varas, y algunos cantaron su mansedumbre no más sentir la puya en su piel. Fueron algo más colaboradores en banderillas.

     Hoy hay algo bonito que comentar. Del “Gitano Andino” Antonio Suárez es un torero y en estos tiempos huecos es mucho decir. Se tiene méritos propios para creerlo por su extraordinario capote, su madurez en la muleta y su valor seco para volcarse en la suerte final, aunque muchas veces no acertando como debe ser. Es ya por su demostración en las adversidades una mente madura para el toreo, quizá un talento innato que a veces se convulsiona por tanta juventud. Así que este joven aspirante a figura nacional de origen tachirense, de cabello lizo engominado, de rostro adolescente, de cabeza amueblada se impuso por torero a una corrida colombiana de El Capiro propiedad de Dairo Chica, muy rara por cierto en todo sus ámbitos, algunos eran una raspa, luego pillé que algunos toros tenían raza con arremetidas de ser bravos, otros  descastados, desigual, floja, correosa,  insustancial donde muchas veces mostró tener calidad luego se venía abajo quedándose parado a mitad de recorrido en los muletazos, muchas veces sin humillar y saliendo con la cara arriba como en el caso del indultado de Rafael Orellana. 

     Ya lo decía Belmonte: “Dios te libre un toro bravo”. El toro bravo de veras pone al torero en su sitio, lo calibra y lo sitúa frente a los tendidos entre la frontera de lo natural y lo sobrenatural. Nada más cierto, también lo que nos comentaba el eminente escritor taurino del Diario El Mundo de la cadena Capriles Rodolfo Serradas “Positivo” cuando nos recordaba sobre lo que decía mallorquín Guillermo Sureda al afirmar que cuando el toro sube al tendido, después es muy difícil bajarlo. Por ello, es sólo el astado en la soledad del ruedo quien nos advierte de que esto del toreo es sólo para elegidos, tocados, llamados a superar las adversidades más complejas en pro de la belleza y la pasión artística de la fiesta en una santa renunciación.

     El sábado la ganadería El Capiro cayó como un frío pedestal de mármol en medio del escenario taurino, llevándose por delante a quienes quizás en horas bajas de su carrera triunfal anduvieron con la moral subterránea, y sobre aquellos valientes que no saben aún templar a un toro de esa condición. En la plaza, el rey de la fiesta volvía a ser el toro, embistiendo y cargando sus fuerzas en capotes, caballos y muletas. La tarde corría sin desmayo… los toreros también. Todas las miradas se giraron por un instante hacia el único superviviente, a la última esperanza blanca del cartel. Era el turno de Táriba.

     Fue la guinda perfecta. Antonio Suárez “El Gitano Andino”  se convirtió en la primera corrida de la Feria de Táriba, en el último nombre propio de la Feria, que en su postrero festejo vivió la tarde de más contenido de todo el abono. Los tres toreros echaron la tarde adelante, a pesar de la perenne lluvia que descargó en la ciudad montañesa desde la noche anterior. Así, como lo vengo reseñando una desigual y variada corrida del encierro del vecino país. Junto al “Gitano Andino”, la afición de todas las regiones del centro y Los Andes también disfrutó de una faena monopolizada por Luis Bolívar  y otra de arrebato del ibérico Jorge Isiégas a un toro con movilidad pero que acabó cayendo en el juego de sus hermanos.

     Toreó con el capote el “El Gitano Andino” tandeando al toro para luego enterrar bien las zapatillas en la arena dando un planteamiento muy sincero y de gran exposición toreando elegantemente a las verónicas, con las manos muy bajas logrando pasarse muy cerca al toro, rosando las manos en los cojones con mucha lentitud a lo Curro Romero, Antoñete y Morante de la Puebla, fue toda una exquisitez lo logrado en el inicio de este toro mas completo de lo que puede ver de la divisa colombiana. El diestro tachirense “El Gitano Andino” con su estilo sabor añejo continuo ejecutando la faena en capote con gran gusto toreándolo en los medios con el toreo fundamental rematando en el centro con una media. Desde ese momento se escucho los primeros oles fuertes en la tarde para el torero Antonio Suárez. 


     La tarde triunfal fue ciertamente una curiosidad. Cortó dos orejas “El Gitano Andino” pero lo hizo como nadie esperaba. En primer lugar, por el toro que tenía delante porque hacías tendencias de cambio en su comportamiento. 

     Este primero de la tarde de turno el chaval supo ver la posibilidad de triunfo por la nobleza, raza en la pelea cuando acudió al peto del picador de turno, y luego cuando el animal después de quedar fijado en banderillas. 

     Cuando muchos apostaron que el diestro y el toro daban buen juego en el ruedo lo demás quedó en manos de la materia del torero criollo, era muy noble y con nobleza lo llevo a los medios. Se volvió a colocar Antonio Suarez en el mismo terreno de los medios fue metiendo al toro casi perfecto en tandas ligadas, forma inteligente le dio espacio para aprovechar su buena voluntad y cuando le cogió el pulso ejecutó las primeras tandas con la mano diestra de manera fenomenal. Continuó la faena con la muleta con gusto y torería aguantándole en los medios y ganándole terreno al toro que tomaba el engaño con fuerza y se metía por el pitón derecho.  Luego corrió la mano en dos tandas por el pitón derecho llevándolo con las manos a media alturita con arte, sentimiento y temple, a la postre, de momento se observaba el mejor astado, por las manera como respondía el toro con clase, humillación y ritmo. Parece que embestía mejor por el pitón derecho que por el izquierdo. “El Gitano Andino” lo ve claro. Se mantiene en los medios. Máxima expectación. Acaricia lentamente su muleta y retuerce los en la arena para ejecutar dos buenas series por la derecha, una en tono menor por la izquierda y ¡Zas!... 

     Nuevamente dibuja unos muletazos literalmente cosidos al pase de pecho, lo nunca visto. Eran los Oles lo últimas notas coreada por la concurrencia todos en pie en la plaza de toros de Tariba. Suena un pasodoble con sabor, a final de era. Era el clasicismo que fundían derroche de éxtasis en un toreo que muchos sintieron en lo más hondo de su alma, su mejor herencia es ser un torero del Táchira. 

     Se repiten los cambios de mano, firma de la casa de los buenos toreros, la plaza se cae entre palmas y un mar emociones. Antonio Suárez se nos presentaba con más empaque que el mismísimo Antonio Ordóñez y el desgarro gitano de Rafael de Paula. No podía creer lo que mis ojos estaban viendo, arte y compás en la cintura al son de la embestida.

     La estética brilla con nitidez por encima de todo en el torero tachirense. Sin duda su toreo resultó mágico, incomparable, catedralicio…. Nada tan sublime y de desgarrada belleza como aquellos muletazos rotos ya para siempre en la “El Gitano Andino”. Antonio Suárez nos demuestra cada tarde su verdadera dimensión como torero, aquel que es capaz de vencer al toro difícil que se atrinchera en la batalla, incluso padeciendo un mar de sufrimientos propios. En toda Venezuela, llega el artista que en cada momento va motivado y responsabilizado del lugar que pisa. Esa es nuestra suerte y la envidia de otros. Con él se demuestra que cuando un torero esta entregado en cuerpo y alma en la plaza, los toros se rinden a su mando y sólo rige el imperio del hombre. No hay enganchones en sus telas para no desengañar al toro que corre con largura de pitón a rabo. Su secreto podría venir de la tersura de sus dedos, ya que son ellos y no la muleta los que mecen cada viaje al toro.

     En el último tercio su figura crece, se coloca para dar muerte al toro logrando colocar la espada en buen sitio para ser rodar el toro de suerte para finiquitar la faena logrando conseguir los trofeos de dos orejas.  Hoy día ya ningún torero nos intimida más que él, ni el toro ni la noche, “El Gitano Andino” es el oráculo de la fiesta. “El Gitano Andino” gobierna la suerte, guía la oscuridad y desemboca en un apasionante viaje de ida y vuelta a la maestría y clarividencia de un torero angelical.

     En él todo es finura y gravedad, por el aire lleva al toro embebido en su muleta y por tierra a golpe de timón, nos clava hasta las profundidades con un trincherazo lleno de sabor añejo. Es el olor a leña quemada, a cera derretida a la vera de unos pies descalzos. En definitiva, el diestro Antonio Suárez bajo el recuerdo de su faena sublime en aquella inolvidable tarde se nos redescubre de nuevo para mayor gloria de la afición como la verdadera escultura de una hoguera.

     Arrancó Luis Bolívar como nadie podría imaginar desdibujado en su espectáculo taurómaco y lo peor es que nos inunde de escepticismo. En los tendidos se percibió la deserción, también el agotamiento de ver el mismo repertorio, incluso los oscuros nubarrones en un toreo que no se le vio voluntad ni ganas, casi estuvo por ocurrir algo catastrófico por parte de los aficionados donde estuvieron a punto de evaporarse o romperse en una estruendosa tormenta de bronca porque todo es posible, lo digo por el hecho de que se viene a ver una buena presentación del toreo preciso, adecuado y certero. Este diestro lo que dejo fue gotas de tristeza como las gotas de lluvia que cayo ese día. 


     Respecto a Luis Bolívar estuvo muy similar. Cierto que tenía un toro que se le pudo hacer buenas cositas; dicen que los del hierro del vecino país como los de Dayro Chica, muchas veces recurren en caer en ser fríos, que les cuesta entrar, que hay que hacerles las lidias adecuadas para aprovechar en la muleta la nobleza que se esconde en sus entrañas.  Realizó una faena en la que quería, pero tampoco se le vio las ganas. Pero sus maneras fueron las mismas, unas circunstancias que hacen pensar en qué méritos son los obligatorios para merecer tanta renuencia. Lo curioso es que Luis Bolívar dejó en su torero alguna instancia para agradar algunos concurrente que se encontraban en las gradas, otros venían con exigencia.

     Me queda por concluir la extrañeza que producía Jorge Isiegas. Tenía ganas. Se vio. Tenía su temple y muchas repeticiones tópicas que están ahogando la profundidad del toreo. Pero su actuación me interesó mucho más que la primera figura del cartel, el juego de su único toro que lidio y despacho, el cotilleo del graderío, las imposturas de los presuntos amantes de la fiesta… Es lo que tiene el paso inexorable del tiempo, que cuando más abunda más nostálgico nos hace… Estuvo en su línea purificadora, de enfermero experimentado en aplicar vendajes paliativos al mamífero de escasa altura, eso sí, con su técnica muy vistosa y nada comprometida, Mató muy mal con una estocada horriblemente trasera pero aun así le concedieron las dos orejas. Terminó sintiéndose incapacitado para dar lo mínimo por lo máximo… porque si llega a tener toro como a los toreros les gusta que salga “lo disfrutamos”, no tengan duda. Por cierto, eso de que le valen todos los toros no se lo cree nadie y a las pruebas de la tarde del sábado me remito.

     Quiero que sepan mis estimados lectores en esa tarde lluviosa concluyó con mucha alegría y muchas brocas. Primeramente, por la suspensión de la corrida en el último toro, la venida de discusión por la petición de oreja que en realidad era para una que el público había pedido con insistencia. Quizá, querían compensar el regalo que le hacían al diestro ibérico de una oreja de mas por el hecho de resolver las cosa a u aire con mucho juicio, y eso que le tocó en suerte según dice el los medios el mas rentable. 

     Con toda seguridad y sinceridad, el animal no se merecía tantos honores, aunque es justo resaltar que el resto de sus dos hermanos dejaran en inéditos algo bueno. Y es lo que tienen estas tardes, que a los críticos sinceros como este servidor les duele el corazón de ser tan rígidos y claro en sus apreciaciones, pero hay que salir a flote en el océano cuando se ve el horizonte plagado de muchos hombres y mujeres que igualmente son de carne y hueso, de idéntica escuela, de clase media y de corazón torero y están viendo cómo a algunos se les ofrecen alfombras rojas y a ellos les olvidan en silencio.


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